viernes, 22 de noviembre de 2013

Jam de escritura erótica




El Centro de Artes Visuales fue escenario de un proyecto de textos eróticos, música y visuales improvisados, con motivo del Otoño Cultural.

Patricia Garfias, gestora cultural, presentó un proyecto llamado "Jam de escritura erótica" con una dinámica muy parecida a la que se presentó en la Noche Blanca  en el parque de Santa Ana, Babel Desnuda .

La dinámica consiste en participar en el proceso creativo del escritor, encuadrado con música, la cual suele ser producida de una manera muy original como improvisación con DS y acordeón, además del apoyo visual que sirve como plataforma para la escritura en vivo.

En esta ocasión,  participaron la escritora Patricia Garfias y el escritor Roberto Azcorra, y en la producción sonora y visual, colaboró el artista visual Luis Cruces Gómez con su propuesta de música chiptune y la manipulación de vídeos con material del artista Ramón Rosado.

Al finalizar el público tuvo la oportunidad de dialogar con los participantes y retroalimentar la idea del proyecto, aportando sugerencias como abrir el espacio a  quienes asistan a la muestra y deseen improvisar, a razón de romper la barrera entre público y artistas.

También se manifestó la experiencia de los espectadores y la percepción de la propuesta. El erotismo sobrepasó las palabras sexuales para experimentar otro grado de desnudez en la que el escritor se descobija al lector, que en este caso también fue oyente y otro grado de voyeur.


Cien años de Soledad- Gabriel García Márquez


Cien años de soledad es una de las novelas más representativas del Boom Latinoamericano que surgió como renovación literaria e histórica en los años 60’s. Los revolucionarios años 60’s . Cuando las primaveras de Paris, México y Japón estaban derrumbando muros, la sexualidad se estaba metiendo en las casas más conservadoras y el purismo se desvanecía en la época de la postguerra. Toda la historia de la humanidad se preparaba para cambios políticos, artísticos e ideológicos.

En esta cuna nace Cien años de soledad como una novela que se entrega propiamente a las técnicas y recursos que un grupo de escritores (ahora los máximos representantes de la literatura hispanoamericana) cercaban una nueva generación de literatura que alcanzaría su reconocimiento internacional, e influiría en la europea.

Junto con Gabriel García Márquez, estaba Carlos Fuentes y Julio Cortázar intercambiando epístolas que tenían como tema central esta novela emblemática. Dentro de los textos de la edición conmemorativa de Cien años de soledad está un homenaje de Carlos Fuentes, y habla precisamente de cómo él evoca a la novela como “una prodigiosa imagen cervantina de la existencia convertida en discurso literario, en pasaje continuo e imperceptible de lo real a lo divino y a lo imaginario”.

Fuentes le dice a Córtazar que la novela que acababa de leer es el Quijote americano y esta afirmación demuestra dos cosas: la importancia de esta narrativa nueva integrada en una obra maestra que combina con frescura el realismo mágico y a la respuesta de esta serie de cambios. Y sobre todo que América y el mundo está listo para crear obras que compitan por el reconocimiento literario propio de una literatura clásica, antes intocable.

Cien años de soledad no es la pregunta sino la respuesta de la corriente emergida, Fuentes concluye diciendo que  “cada gran novela latinoamericana nos libera un poco, nos permite delimitar en la exaltación nuestro propio territorio, profundizar la creación de la lengua con la conciencia fraternal de que otros escritores en castellano están complementando tu propia visión, dialogando contigo”. No es que no existiera algo como Cien años de soledad, sino que era la consolidación de un nuevo género que integraba la identidad hispana como recurso literario y justificación artística.

Uno de los aspectos que hace a la novela tan representativa es la convergencia de características que parecen contrafácticas por naturaleza, al crear una realidad alternativa permite que haya cabida a una pluralidad de la vida “real” tal cual nosotros la conocemos, en la que las situaciones, personajes, representaciones ideológicas permanecen separadas por una barrera de autopoiesis y en la novela conviven como parte de un mismo entorno. Vargas Llosa habla sobre esto y dice:

“Esta totalidad se manifiesta ante todo en la naturaleza plural de la novela, que es, simultáneamente, cosas que se creían antinómicas: tradicional y moderna, localista y universal, imaginaria y realista”.
Algunos autores como Mario Vargas Llosa hablan de la totalidad de la historia. Él considera que la relación de la historia de Macondo y la de los Buendía es interdependiente. La estirpe comienza con José Arcadio Buendía y su esposa Úrsula, con ellos llegando a un nuevo lugar, fundado por ellos mismos, entre otras personas, y el desarrollo del linaje Buendía tanto en su forma lineal como en el desenvolvimiento cíclico, tiene correlación con los momentos por los que pasa Macondo, el cual es en un principio una ciudad sin muchos avances, es Génesis, es nacimiento. Los personajes están arraigados a un espacio y tiempo en constante mutación y déjà vus.

A lo largo de la historia la situación de Macondo se complejiza, como la de la familia Buendía y al final cuando la ciudad ha sido una tromba histórica tanto como los personajes, ya no queda nada. Todos se van. Las últimas páginas demuestran un abandono y  es un escenario perfecto de soledad, donde el penúltimo Aureliano conoce su destino a través de Melquiades como una representación divina del conocedor del destino y poseedor de sabiduría, el personaje más mágico de la novela, que nace, habla, cuenta, influye, muere y vuelve a vivir cada vez que uno de los Buendía se acerca a él, en una especie de unión metafísica del conocimiento, es el hilo conductor de la historia.

Aureliano, el último vivo de la estirpe, sale por Macondo. La hecatombe de la familia Buendía está ligada a la hecatombe de Macondo, así como su génesis fueron prácticamente simultáneas.
Vargas Llosa dice sobre esto, “…Macondo que es la estirpe de los Buendía: ambas entidades nacen florecen y mueren juntas entrecruzándose sus destinos en todas las etapas de la historia común”. Y sobre la influencia en sus transformaciones, apunta: “Es Úrsula quien descubre la ruta que trae la primera invasión de inmigrantes a Macondo. La casa de los Buendía da, con sus mudanzas, la medida de los adelantos de Macondo”.

En la concepción de esta realidad abstracta, entintada de metáforas y simbolismos, hay todavía más unión. La novela se sale de lo ficticio, traspasa la unión de espacio-tiempo-personajes dentro de la historia y se vuelve un espejo artesanal de la realidad de la sociedad latinoamericana, y en general de cualquier sociedad. Las situaciones de Macondo son una síntesis de la historia de la humanidad.

El asentamiento en un nuevo sitio, el conocimiento deificado y la sabiduría codiciada por mentes con preguntas de existencia y ansias de practicidad en la vida como el primer José Arcadio, los avances tecnológicos y descubrimientos, influencias trasatlánticas, la conquista de una tierra, plantación de bananos, tierras en las que se asolean las piernas norteamericanas y su cultura expansiva, la guerra tan abierta de “liberales y conservadores” que representa cualquier guerra, pues en el modelo de revolución siempre hay alguien que apoya el cambio (liberador) y otro que se opone a él (conservador). Notamos que este molde de guerra está dentro de la novela de manera abierta para ser la estructura de una historia social contemporánea.

En los años 60’s, la posguerra había dejado una resignación y orgullo al estado capitalista y un rencor sordo del comunismo. Macondo pasa por una situación parecida cuando José Arcadio Segundo se vuelve líder obrero que reacciona ante una explotación desmesurada de los bananeros y es sonsacado por la historia, que lo deja indefenso ante el mundo que no le da la razón.

“La ciudad se transforma en un campamento de casa de madera con techos de zinc” (p.260), y junto al pueblo surge  el de los gringos, “un pueblo aparte…con calles bordeadas de palmeras, casas con ventanas de redes metálicas, mesitas blancas en las terrazas y ventiladores de aspas colgados en el cielorraso, y extensos prados azules con pavorreales y codornices”.
De una forma más simbólica están los objetos rememorados a lo largo de la historia, como una herencia conductual. Los pescados de oro, el cuarto de Melquíades y los pergaminos, el hábito de hacer y deshacer par postergar la soledad, etcétera; son una analogía a la retrospectiva histórica que unifica la concepción de realidad que más que un círculo, se convierte en espiral.

En uno de los prólogos del libro dice: Macondo sintetiza y refleja (al tiempo que niega) a la realidad real: su historia condensa la historia humana, los estadios por los que atraviesa corresponden, en sus grandes lineamientos, a los de cualquier sociedad, y en sus detalles, a los de cualquier sociedad subdesarrollada, aunque más específicamente a las latinoamericanas. Este proceso está “totalizado”; podemos seguir la evolución desde los orígenes de esta sociedad, hasta su extinción: esos cien años de vida reproducen la peripecia de toda civilización (nacimiento, desarrollo, apogeo, decadencia, muerte).
Incluso la ligación de Macondo con la familia Buendía es una muestra más de representación humana. Existe una profunda relación hombre-sociedad en la que uno no puede existir sin el otro y no sólo se influyen sino que se condicionan una a la otra y los cambios que sufren no son sino una alteración provocada por la contraparte. Macondo es a los Buendía, como Cualquier país de Latinoamérica es a Cualquier familia latinoamericana. La historia de Cien años de soledad es a la literatura, como cualquier historia de una sociedad hispanoamericana es a la vida.


Por eso Cien años de soledad se conjuga tan bien con el realismo mágico que algunos autores, como Elena Garro consideran como una muestra de pensamiento latinoamericano característico de mitificaciones y con la época en la que los autores buscaban crear a partir de la identidad hispana, son los cien años hechos novela de la historia de una Latinoamérica solitaria.

Juan José Arreola- Confabulario



De la ponencia realizada en el marco del I Coloquio de Literatura Identidad Mexicana El Valor de Nuestros Discursos en la Biblioteca Central Manuel Cepeda Peraza de Mérida Yucatán. 

Juan José Arreola, el vendedor de sandalias, el cobrador, el maestro, el periodista, el pastor, el comediante, el panadero, el comentarista de deportes, corrector en el FONCA el dependiente, uno de los grandes ensayistas y cuentistas del siglo XX.

Nació el 21 de septiembre de 1918 en un pueblito jalisciense: Zapotlán el Grande, hoy ciudad Guzmán. Su primer acercamiento artístico fue en la ciudad de México D.F. cuando se mudó para estudiar en la Escuela Teatral de Bellas Artes.

Convivió con los autores más destacados de la época como Juan Rulfo y Antonio Alatorre con quienes fundó la revista Pan en 1944. También conoció al actor Louis Jouvet, y J.L. Barrault. Fue maestro de una generación de escritores como Vicente Leñero, José de la Colina y José Emilio Pacheco.

Publicó su primera obra en 1941, llamada “Sueño de Navidad”, en 1950 recibe una beca de la Fundación Rockefeller, y entre sus premios están el Premio del Festival Dramático del Instituto Nacional de Bellas Artes, el Premio Xavier Villarutia, el Premio Nacional de Letras, el Premio Juan Rulfo, el Alfonso Reyes, el Ramón López Velarde y el Premio Jalisco de Literatura, con su obra maestra “Confabulario”.

Su obra tiene fama de ser perfeccionista, Confabulario, es una antología ecléctica de cuentos que se modificó tres veces, siendo el último el libro “Confabulario Definitivo” el cual contiene 10 cuentos que podrían clasificarse también como descripciones, fábulas, poemas en prosa, crónicas, parábolas o narraciones sencillas.

Al igual que sus contemporáneos, Arreola queda dentro del marco de elementos mágicos y fantásticos combinados con la realidad, algunos autores no concuerdan con que siguió la corriente de realismo mágico, sin embargo, muchos de sus textos tienen componentes muy parecidos a las situaciones aparentemente inverosímiles de Gabriel García Márquez, por ejemplo La parábola del trueque,í, una de las características de la prosa de Juan José Arreola es la capacidad de hacer cualquier cosa, algo bello, como carta a un zapatero que reparó mal un zapato. La influencia no parece extraña pues los recursos que utilizaba eran novedosos pero reiterados entre los autores literarios del Boom Latinoamericano.

Confabulario fue publicado en 1952, los cuentos son breves, de una limpieza casi exacta y lenguaje muy bien cuidado, en algunos cuentos es casi científico. Raúl Chávarri en el libro “Dos cuentos de Juan José Arreola”, los describe como “mosaico de textos en el que todas las piezas se ofrecían como segmentos de un incansable rompecabezas”.

Jorge Luis Borges dijo sobre él: “Si me obligaran a cifrar a Juan José Arreola en una sola palabra que no fuera su propio nombre, esa palabra, estoy seguro sería libertad. Libertad de una ilimitada imaginación, regida por una lúcida inteligencia”.

Uno de los mayores logros de las obras de Juan José Arreola fue la representación sólida y bien estructurada del contexto social. Baby H.P. Anuncio, temática que aborda en otros cuentos como Una mujer amaestreada o parábola del trueque o Eva, ¿sarcasmo o misoginia?

¿Qué es Confabulario? Confabulario es una serie de descripciones de un hombre dando un espectáculo en medio de la calle, la mujer que se mete a un ratón en los pechos para llevárselo a su gato; un juego de agujas y camellos bíblicos combinado con un experimento químico y la preocupante salvación del alma de los ricos;la ex esposa de un hombre que cree que el amor es un cuento que sirve para entretener a las criadas y se ha encontrado con la horna de su zapato; el abandono de un hombre que centra su atención en una araña al verse solitario; la desesperación contagiosa de un viajero que quiere llegar a un lugar con T. y el guardagujas que redondea sus preguntas para devolvérselas intactas; un pintor enamorado de la belleza que con sus manos quemadas pasea por Florencia; una chica bibliotecaria que cree que el hombre es un hijo que se ha portado mal con su madre a través de toda la historia”; un tal Fulgencio con cuernos de toro en la cabeza; la biografía de Sinesio de Rodas; el joven escritor odiado que se acostó con una huérfana en el funeral de su padre; un aparato novedoso con lenguaje de infomercial que revela el imperialismo tecnológico (una de las tantas variables del imperalismo americano) que comenzaba a inundar los hogares de las familias sesenteras.

Hablar de Confabulario es hablar de la exactitud, la descripción poética, la brevedad y el trabajo meticuloso de un hombre que sabía hacer pan, solapas de libro, comentarios deportivos y textos de una voz elegante, eco de cambios y estatismos de conducta humana compilados en una perfeccionada antología de cuentos independientes entre sí.



viernes, 1 de noviembre de 2013

Cabezas de cerillo



MÉRIDA, Yucatán, México. 1 de noviembre de 2013. Katia Rejón Márquez.- Mariano Azuela en su famosísimo libro de la Revolución ”Los de abajo”, explica un fenómeno que también ocurre en el mundo posmoderno. En el libro se plantea el desconocimiento de los soldados sobre las razones y objetivos de su lucha. Cada quien tenía sus propios objetivos al luchar: tierras, nacionalidad, compañerismo, deseo de mejora pero concebido de forma nebulosa, etcétera.

Es muy grave participar en una lucha masiva y no saber lo que estás haciendo. Creo que las posturas actuales (menos violentas, igual de sólidas) se atienen a un espíritu contestatario sobrevalorado, de poca profundidad ideológica. Vamos caminando sobre el agua como Jesucristo en un problema hondo, limitándonos a protestar por las cosas obvias como si no existieran razones más intensas.

Por ejemplo, hace unas semanas los organizadores de un festival independiente explicaron su descontento después de una función, porque el gobierno no quería respetar las fechas del teatro solicitado meses antes. Con todo el derecho de estar molestos, los mesías cinéfilos comenzaron a apuntarnos con el dedo diciendo frases como: el gobierno te está escupiendo a ti, a ti y a ti en la cara. Y a menos que la saliva se haya evaporado antes de tocar mi piel, yo no sentía que nadie me estuviera escupiendo. Ante los vítores y aplausos del público, el iluminati nos hizo una pregunta que no pudimos contestar: ¿A dónde se van sus impuestos si la sala de ayer no estaba limpia? Se me ocurre una lista de cosas a las que se podrían ir mis impuestos -los cuales aún no pago- antes que a una escoba y a un intendente del teatro. Pero no es el punto. Más allá de la problemática hacendaria y de quiénes se van a Puerto Vallarta con el IVA de mi Frutsi, está la facilidad de cerillo para hacer encender a un grupo de personas.

Ese día soñé con Harold Lasswell y su teoría hipodérmica. Me niego mil veces a que seamos robots programables, podemos elegir si pensar o sentir, o las dos, pero sólo sentir es muy peligroso, es casi salvaje. No estoy en contra de los revolucionarios, les aplaudo, jóvenes, compañeros, les aplaudo sus bríos, comparto sus ganas de cambiar las cosas, sus posturas, amigos, sus ideologías ya sean compradas con todo el kit del Che o trabajadas artesanalmente por las tradiciones familiares, no importa, lo que sí importa es estar consciente de por qué y por quiénes se lucha por lo que se lucha. Y saber, sobre todo, a dónde se van las energías, hacia qué mundo no prometido (pero a todas luces deseado) se va nuestro coraje.

@katiaree

Artículo publicado en vox.com.mx