lunes, 14 de octubre de 2013

Los Detectives Surf y Snails of Caroline

El sábado pasado dos de mis bandas locales favoritas tocaron en la Galería 904. Lo que parecía la despedida de Los detectives, se convirtió en una noche SnailOfCarolinesca y mucho surf.

Comenzamos bailando Auroras Coloras y después Un Surfer no tira la toalla. Y terminó con la novedad de que Los Detectives sí se despiden, pero de lo actual y van a volver con nuevas y mejores canciones.

Hoy, sólo fotitos y unos GIFs (cortesía de Luis Cruces) :

Snails of Caroline

Jordi


Luis, el nuevo integrante de los Snails






Los Detectives









Crónica de un festival mórbido

Mórbido, el festival de cine de terror que se reconoce como el único festival de cine local, inició sus actividades el pasado jueves 10 de octubre hasta los siguientes tres días. Los organizadores Sergio Aguilar y Kevin Manrique comentaron que el apoyo al cine yucateco lo demostraron en tres formas: en el concurso de cortometraje universitario, la producción ómnibus de jóvenes yucatecos, “Sajkil”; y la película yucateca “Réplica” dirigida por Jorge Carlos Cortázar. 

Boleto de mórbido. GIF de Luis Cruces
 Día 1

El festival de cine mórbido inauguró su cuarta edición con la obra prima de Guillermo del Toro: Cronos. Los boletos podían conseguirse en tres restaurantes del centro cerca del teatro, ya que ahí no los vendían.

El filme se programó en la sala principal del Teatro Armando Manzanero, al menos 700 personas llenaron el lugar. La función comenzó con unos segundos de retraso y el speech de bienvenida. 
    
 A las 8:30 se encendieron las luces. Una chica de vestido negro y aspecto zombie de etiqueta dio la bienvenida, hizo gritar a los presentes y dio el preludio a los organizadores. Después del aplauso aparecieron en el escenario un par de jóvenes con cabezas de chivo, casi tan bizarros como Frank de Donnie Darko. 



Sergio Aguilar y Kevin Manrique hablaron un poco del inicio del festival, las cosas por las que han tenido que pasar, la preparación de todos los detalles, la necesidad de un festival de cine en Mérida y también una reseña sobre la película que se reproduciría. 

Día 2

A las 3:30pm comenzó el concurso de cortometraje universitario. Seis cortos dirigidos por jóvenes yucatecos fueron una muestra de que la producción, dirección y guionismo de los estudiantes , vale la pena. Sin embargo, también reflejó la falta de actores en el Estado, o al menos un mejor filtro para representar a los personajes bien trabajados de los proyectos. No creo que haya nada de malo en invitar a un amigo que física o psicológicamente case con el personaje, pero un mejor cuidado en las aptitudes teatrales hubiera resaltado mucho más el trabajo de algunos concursantes. 


Es padrísimo que en este tipo de propuestas el corto reciba los mismos aplausos que los créditos y creo que eso es una buena señal. Escuché a muchos decir que conocidos participaron en varios cortometrajes y eso demuestra la identificación y la cercanía que transmiten las producciones locales. Ver el trabajo de amigos y conocidos, es una sensación bastante agradable, hace que leer las letras pequeñitas valga la pena.

Al finalizar la película, continuó una plática de uno de los talleristas del ciclo: el Dr. Lauro Zavala quien impartía “Alfred Hitchcock para principiantes”. La plática fue sobre las genealogías del cine de terror. La entrada fue libre.

 A las 6:00pm en una de las salas del Teatro, presentaron Réplica de Jorge Carlos Cortázar. Y es entonces cuando comenzó la etapa del terror. Tengo una queja, una queja muy grande sobre la falta de respeto por parte del público de esta función. La película es, según dijo Sergio Aguilar, la única película yucateca de la década, posteriormente supimos que fue hecha en el 2005 y apenas dos meses atrás se estrenó. Evidentemente, no era una película que mostraba a cucharadas la historia, todo lo contrario: era a propósito lenta, la secuencia de tiempo parecía intercalada, laberíntica, no había muchos diálogos, las situaciones eran muy simbólicas, había escenas de desnudo y lésbicos. Una trama bastante fuerte y situaciones sexuales justificadas.

Me pregunto si el público yucateco (y no yucateco, porque mi queja no sabe de regionalismos) que asistió a esta función en particular, tenía alma de estudiante de secundaria o por qué las risitas al ver un pene. ¿Es en serio? Comentarios como “además de asesina, pinche torta”, están más que fuera de lugar. “Es como si hubieran dicho: ¡Mira, una persona! ¿Qué tiene qué ver lo de torta?”, escuché decir a alguien que opinó, a mi parecer, bastante acertadamente sobre esto. 

Lo que fue el colmo (hasta ese momento) fue el chiflido de uno de los asistentes cuando la actriz de la película se quitó la blusa. “Presenten” decían en voz alta. In-disfrutable la película. Después siguieron unos minutos de voces altas y “shh” ahogados en un mar de risas. La sala estaba inquieta, la película parecía desesperarlos. “No la entiendo, wey” muy válido cuando aceptas que eres tú quien no pudo comprender la película, no hay nada de malo en eso, pero si es seguido de un desdeño a la producción insinuando cosas como “estaba muy mal el que hizo esa película, ¿qué se fumó?” me parece una mezcla venenosa entre falta de humildad e ignorancia, para dar diarrea. 

Eso sin contar que el chico junto a mí movía insistentemente su pierna como perro en celo y las chicas de enfrente me provocaron insolación con su celular, pero eso ya es culpa mía por sentarme atrás. 

Ya al final de la película, el desenlace pareció no gustarle a todos y en una nueva muestra de irrespetuosidad, comenzaron a reír al tiempo que pasaban los créditos. Una lástima la actitud del público que aún cuando dijeron que la directora de fotografía y la mamá de uno de los actores se encontraban en la sala, volvieron a dar una muestra más de que al parecer no sabían ni qué iban a ver, pues al decir si alguien tenía una pregunta, en tono burlón se escucharon comentarios, una vez más en voz alta, que decían cosas como “explíqueme la película”, “¿qué se fumó el director?”, y un doloroso etcétera.

Y para cerrar con broche de oro, los organizadores expresaron su enojo (a oscuras, ya que el teatro tuvo “fallas técnicas”) porque al parecer las autoridades estatales no querían respetar el establecimiento prometido meses antes.

Ése mismo día se presentó una doble función de entrada libre en La 68 Casa de la Cultura, de dos películas francesas: El asesino de Montmartre y Cronópolis. Y a las 9:30pm en el Teatro Armando Manzanero, la película VHS de Adam Wingard, Glenn McQuaid, Radio Silence, David Bruckner, Joe Swanberg, Ti West.


Día 3

 En la cineteca del teatro, la primera función fue a las 11am. Presentaron una serie de cortometrajes de terror; y a la 1pm la primera película del día: INBRED, una película inglesa de Alex Chandon. Al terminar continuaron con la ronda de películas con Deadgirl de Marcel Sarmiento y Gadi Harel y Dame tus ojos de José Luis Gutiérrez Arias, la primera película nacional del festival, reproducida en la Sala Principal del Teatro Armando Manzanero.


A las 8pm era la cita para el tan esperado cortometraje ómnibus: Sajkil, integrado por 15 cineminutos de los directores: Amaury Alonzo, Daniel Peraza, Dimitri Espadas, Gerardo García, Jairo Román Mukul, José Luis Alanís, Juan Esteban Méndez, Juan Fleites, Kevin Manrique, Migue Ventura, Nina Nemesi y Mario Galván, Sergio Aguilar, Tony Monforte y Víctor Rejón. 

Directores de Sajkil


La sala estaba llena, la producción en general tuvo una recepción muy buena por parte del público. En cuanto al proyecto, se hizo evidente una de las premisas del festival: en Yucatán sí hacen cine, y de calidad. En lo personal, disfruté mucho esta función y el trabajo de los jóvenes que integraron la producción. Volvió la simetría de vítores tanto en los cortos como en los créditos. Una muy buena experiencia.

Esta función era doble, por lo que al final de la presentación, continuó una película del director argentino Adrian Garcia Bogliano, quien estuvo presente y aplaudió el trabajo de Sajkil. 

Al término de las presentaciones, Espacios Mayas fue el lugar elegido para la fiesta de Mórbido, como pre-final del festival que tenía un día más de vida.

Día 4


El domingo comenzó con El Morbito en la cineteca del teatro, en el cual reprodujeron cortos animados para niños. A pesar de los rumores de su cancelación, no pasó a más y se respetó a duras penas la programación de los últimos días.

                                

El festival concluyó con otra función del corto Sajkil con los directores, la presentación del libro “Sueños Colectivos” de Fausto Lozano Lara, la película australiana El Túnel de Carlo Ledesma, Halley de Sebastian Hofmann (otra producción mexicana) y la última función fue Archivo 253, una película nacional de director desconocido, con una interesante historia, ya que fue encontrada en unas ruinas del hospital psiquiátrico.

                     


                      

Un fin de semana bastante activo para los cinéfilos yucatecos, pero sobre todo un buen espacio para las nuevas creaciones. Ojalá que sigan surgiendo todavía más para diversificar los géneros. Muchos sentimos afinidad por los géneros de terror, pero también hay otros que merecen ser disfrutados y están esperando un espacio para ser explotados por los nuevos talentos locales.

viernes, 11 de octubre de 2013

Generación walkie talkie



Somos una generación de urgidos cotorros interpersonales, la empatía se propaga como enfermedad venérea en los 60’s. Ya no podemos hacer y deshacer sin que alguien lo sepa. Casos de gente que publica en Facebook que robó o insinuándolo. Ya ni robar nos guardamos para nosotros mismos. Sin embargo, esto trae como consecuencia un análisis más abierto de la gente que está y no está pero sí sabes dónde está y qué está haciendo.

Decidí estudiar comunicación social por varios motivos: a pesar de que la globalización nos hace creer que estamos conectados con todo el mundo, no es así. Internet deja claro que podemos ser (virtualmente) omnipresentes, pero el oleaje de la tecnología no nos ha bañado a todos. Hace poco veía un documental de comunidades indígenas que no hablaban español, que habían cometido delitos que para nuestra cultura son delitos y para la suya un mero acto de sobrevivencia (como pescar huevos de tortuga, por ejemplo) el problema no sólo era que estas personas no sabían del delito sino que durante el juicio no había traductores, ¿cómo te defiendes de algo que no sabes qué hiciste y no entiendes cuando te lo explican? Dudo que lo hayan podido googlear. En el documental resaltaban que, hasta el 2011, sólo 7 personas en el país estaban certificadas como traductoras en procesos legales. En 3 lenguas diferentes, en un país con más de 300 lenguas indígenas.

Quise entrar a comunicación social porque considero que la comunicación que no entra en el ámbito global, también es social y también debe de estudiarse, además de ser una licenciatura dinámica y muy ad hok con la revolución masiva de la comunicación y sus vías tan fugaces, tiene un lado humano que permite hacernos la idea de que no importa cuántos likes tengamos, somos uno en un millón de personas comportándose de una manera pre-establecida que depende del área geográfica y cultural en la que hayamos nacido.



Enhilando al periodismo



Me senté por primera vez en el salón con dos prototipos de periodista en la cabeza: una era la reportera versión Paxton Andrews en la guerra de Vietnam, guapa y exitosa, siempre en busca de la justicia y la verdad, escudriñando todos los detalles, analizando con café, y el cuerpo destrozado una realidad (des)cubierta, y una Nikon en el cuello; la otra era la más banal, con la que todo el mundo molesta cuando les dices “quiero ser periodista”, y de un codazo te dicen: “¡ah, reportera!, de los que entrevistan a los ‘artistas’ y eso ¿no?” O “Ah, chismosa”. Podrán imaginar en qué categoría me veía.

Tardé dos meses en reproducir a mis estereotipos base hasta crear en mi cabeza a todo un gremio de personas con diferente currículum o sin él, dando tal o cual consejo, en diferentes ramas de la vida social, con mucho prestigio, poca valoración, ideales, etcétera. Y mis “periodistas” modelos se cayeron del avión en picada dentro de mis aspiraciones. Ya no quería ser como ellos. Ya no quería ser como ninguno. Y de todas formas no podía.

Pero lo más revelador fue ver con todo lo que un periodista se topa cuando sale de estudiar: líneas editoriales (oh, gran error el pensar que podría escribir como quisiera y de lo que quisiera), jefes vendidos que te hacen arrastrar la ética personal y un gran derivado de frustraciones, una horda de gente no preparada pero que cabe muy bien en los círculos donde se maneja la información, el riesgo de cometer des-información por la rapidez de los nuevos medios, los topes para hacer periodismo de investiga de calidad, el poco respaldo legal y de seguridad del periodista, el abuso de los medios a sus trabajadores que muchas veces se cuelgan del amor y pasión que se tiene al trabajo. Porque si algo me ha quedado claro es que para hacerlo hay que tenerle mucho amor y hasta asumir una que otra vez violencia en la relación con este oficio.

Cada vez que me mencionan que moriré de hambre en esta profesión, les contesto que si hubiera querido trabajar para hacerme rica, habría estudiado para otra cosa. Pero el periodismo es como una necesidad, una forma de vida, es para los que no pueden estar un segundo quietos, apagar la curiosidad, para los dinámicos, enérgicos, no sé si es requisito o algo que se desarrolla con el tiempo, pero pocas profesiones son así, o al menos no se me viene a la mente otra en la que se pueda descargar tanta energía.

A pesar de eso, no debe negarse que la profesión está muy mal valorada. Hace un tiempo, platicaba con un periodista ya bastante encaminado que acababa de rechazar uno de esos trabajos soñados aunque muy riesgosos: debía cubrir una serie de delitos que se estaban desarrollando en uno de los estados más peligrosos del país. “No me daban respaldo en cuanto a seguridad, ni ayuda legal ni nada, además lo que me pagaban no alcanzaba ni para viáticos”. En el periodismo se arriesga tanto o más que como piloto aviador y se paga como una carrera técnica. ¿Cuál es la explicación entonces de querer serlo? Sólo los afines a él pueden comprenderlo.

Ahora me siento en el mismo cuarto en las mismas sillas, ya no pensando en usar traje e ir a ruedas de prensa, ni en trabajar en algún periódico local ni atada a una agenda setting, ahora me veo dando saltos a las olas en esta carrera para crear mi propio avatar en la cofradía de los intranquilos.

Por qué el freelance es el mejor trabajo del mundo

Fotografía tomada de la red


Ser freelance es, literalmente, ser libre. Y ser libre es lo contrario a la concepción que se tiene de un trabajo. Así, nuestros silogismos nos arrojan una verdad relativa: ser freelance no es un trabajo.
Si nos ponemos románticos le podemos llamar “una forma de vida”, si queremos ser más realistas, como la manera de ganar dinero haciendo lo que tú quieras cuando tú quieras (aunque suene a infomercial). O al menos las sagradas escrituras del periodismo así lo dictan. Apelan al amor de este trabajo, apelan a la libre elección aunque siempre hay excepciones lamentables.

 Cuando pienso en freelance imagino a Enrique Meneses diciéndome a través de la pantalla que no compre una casa, que viaje, que sea autodidacta, que infle a mi yo hiperactivo, que lo drogue, que sepa hablar árabe e inglés, que explore, que me arriesgue, que aprenda a hacer de todo. Y tiene lógica: los periodistas más versátiles y afectos al cambio tienen más posibilidades de elección para hacer libremente su propia agenda setting y cubrir por su cuenta todo lo que quieran. Querer, poder, saber, hacer: qué bonitos verbos. El freelance es la oración yuxtapuesta de ellos. Así las cosas.


El trabajo independiente tiene muchas ventajas como no tener que obedecer a un jefe o una línea editorial,  cubrir eventos o sucesos que no son de nuestro agrado y trabajar a nuestro ritmo, en pijama o con la ropa sucia en algún trabajo de campo. Obviamente, la desventaja de no tener un sueldo fijo pueden hacer pasar un mal rato y acabar con el ímpetu, por eso un periodista freelance debe ante todo amar la libertad y ser multitareas para épocas de crisis y tazas de café vacías.

Análisis de la cobertura de los desastres naturales


El apantallamiento de los caudales no es en esencia más importante que las reformas y el paro de los maestros, pero sí es más venal. Más que una cortina de humo, lo veo como la sobre-explotación de cosas fáciles de mostrar y de las que se pueden sacar bastante provecho, aunque el contenido sea simple: inundaciones, pérdidas, recuperación y prevención de enfermedades. Listo. Para qué ver una y otra vez las mismas calles enfangadas.

En el siguiente trabajo se hará un análisis de los diferentes medios de comunicación que cubren las inundaciones, sobre todo la televisión. En los periódicos se encontró más información sobre las cosas explicativas, precisamente porque ellos que no tienen el recurso de los vídeos (aunque sí de la fotografía), deben concentrarse en lo que desembocan estos fenómenos. Ya que no sólo desborda el agua, la noticia saca a relucir irresponsabilidad de la autoridad, la corrupción de la despensa, la actuación del crimen organizado, disputas mediáticas, tiros políticos, dramatización, golpes de pecho morales, pero la televisión es manca para reproducir estas cosas y se vale de imágenes exageradas y reseteadas hasta la náusea para provocar todo un circo mediático de un problema que debería estar a la par de las demás, saca provecho para reproducir mini novelas o pequeños clips de casos de la vida real empujándote a un pasillo que no te lleva a ningún lado.

Encuadre Odisea

Las donaciones, la ayuda casi ubicua del país hacia los damnificados de los desastres y la opinión pública que genera este acontecimiento son respuestas a la información que transmiten los medios de manera pre-estructurada y lista para propiciar una conducta. Si ésta, como respuesta de los mensajes masivos, se repite varias veces podemos afirmar que la interpretación es colectiva, por lo tanto es un proceso social.

El uso de los símbolos me parece también algo muy importante: Casas inundadas a la mitad, muebles en el techo, gente llorando por sus documentos y pertenencias destruidas, donaciones, autos bajo el agua, la policía y los militares auxiliando, helicópteros, incluso la palabra favorita de la prensa: Solidaridad. “La comunicación es un proceso social en el que los individuos utilizan símbolos para establecer e interpretar el significado de su entrono”. (West, R. y Turner, L, 2005:6).

Me parece que si ocurriera un desastre de dimensiones más grandes y no estuvieran presentes estos símbolos, quizá la audiencia, los radioescuchas y lectores minimizarían el impacto. Es decir, hay comunidades que viven en peores condiciones, pero al no ser transmitidas las imágenes de miseria y necesidad, no hay respuestas simultáneas de parte del público, aún cuando estos conocen la situación que se vive en África, por ejemplo.

Todo esto son símbolos de los desastres naturales, que ayudan a intensificar la respuesta de las demás personas. Y si vemos la cobertura de Televisa del huracán Alex hace tres años en Tamaulipas, notaremos que no es muy distinta a la de hoy (tampoco la actitud de la gente hacia estas circunstancias). El texto Comunicación e información de Paoli, A, afirma que, según Weber, cuando deje de existir la probabilidad de que una forma de conducta tenga algún sentido previsible para unos o posea en sentido entendible para otros, dejará de ser social.

En cuanto a las funciones puedo reconocer la emotiva vinculada con las imágenes de la gente llorando, frases que apelan al nacionalismo y los valores morales de la ciudadanía para el apoyo solidario. El fáctico sobre todo en los comerciales, en los que proporcionan el número de teléfono y la dirección de centros de acopio para la ayuda a los damnificados. “La función conativa encuentra su más pura expresión gramatical en el vocativo y el imperativo…” (Jackobson,1984:35) “¡Dona!”, dice la publicidad televisiva. Y estacionan los centros de acopio o el redondeo en la puerta de tu casa.

La que me parece predominante es la poética que desvirga la penuria y la exhibe como un desastre no sólo natural, sino también social; y cómo te transmiten el mensaje, pasa a ser trascendental para el proceso comunicativo, la dramatización adquiere un carácter especial. “Cualquier intento encaminado a reducirla a poesía o viceversa, constituiría una forma engañosa de simplificar las cosas al máximo” (Jackobson,1984:37)



Para darnos una idea de la influencia que tienen los medios de comunicación haciendo de doble canal, ya que no sólo funcionan para comunicarte un suceso, sino para transmitir y facilitar la retroalimentación, también a través de ellos, podemos mencionar a la asociación SumateYa.org en la que, según su página oficial, están involucrados 34 medios masivos entre periódicos, radios, revistas y canales de televisa, 181 medios locales (116 periódicos y 65 sitios web).

Uno de los ejemplos de interculturalidad es el rechazo de la ayuda proveniente de la revista PlayBoy por parte de algunas entidades. "Tristemente, al ser ésta una casa editorial en la que contamos con diversas revistas, nuestro apoyo ha sido rechazado por contar con un título que, a juicio de alguno, no es digno de cooperar: nuestra revista Playboy " (El Universal, México, D.F., 4 de octubre).


En su columna Ergo, al que nace pa’tamal del cielo le caen las hojas de Sin embargo.mx, José Luis Franco dice que la clase media alta puede leer libros o Proceso para ver qué dicen de Televisa, pero que la clase modesta no tiene otra manera de vivir o de tener acceso a la distracción más que la televisión. Por otra parte, un estudio del periódico digital animalpolítico.com a cargo de la empresa De la Riva Groupel dice que 76% de los entrevistados considera que vivimos en un país solidario y 73% asegura que en la esperanza es una característica importante de las personas que vivimos en él. Por lo que podemos concluir que culturalmente México es un país propenso a la generosidad en desastres naturales.

Quienes transmiten los mensajes tienen una habilidad en la comunicación superior a las clases populares por su formación académica y especialización. Su actitud está moldeada por el medio al que representan, el conocimiento también es superior al receptor (son ellos quienes informan y no sólo saben qué informar, sino también cómo). El sistema social es bondadoso con los medios de comunicación masiva, tienen influencia en los demás estratos sociales (saber es poder), lo que también es cultural. Sale en la televisión: tiene prestigio.

El contenido es repetitivo y se basa en imágenes.  Los medios masivos son principalmente la televisión con una cobertura saturada, los periódicos que hablan más de las declaraciones, consecuencias y diversos rumores que surgieron a raíz de este acaecimiento, así como pequeñas dificultades como vuelos atrasados. La radio sirve más como un instrumento de directriz. En las revistas no encontré mucha información excepto por las polémicas sobre Laura Bozzo y Aristegui, el desaire a PlayBoy y la ayuda por parte del Cartel del Golfo a los afectados (tópicos arribados también en los periódicos).



La cobertura es amplia y crea un espacio que reconocemos en algún lado del mundo, casi como en el limbo, pero remodelado en la sala de nuestra casa. Vemos al reportero con el agua a la mitad de su cuerpo transmitiendo en vivo. No sólo en charcos, sino en verdaderos mares de putrefacción. Y uno piensa: sí, pobre reportero, se juega la vida. Pero lo que en verdad se juega es la ética que debe estar más sucia que el agua que le ahoga el cuerpo, ¿seremos tan incrédulos para pensar que en un estado no hay un solo lugar en el que se pueda transmitir en seco, sin ser sensacionalistas, sin recurrir al moco seco de la misma gente que ve reallity shows de problemas existenciales underground?

O declaraciones oficiales como del alcalde de Acapulco: "Al menos la normalidad turística de Acapulco se ve bastante avanzada, debemos mandar el mensaje a la nación para ser anfitrión de congresos y convenciones".(Diario de Yucatán, Mérida, Yucatán,4 de octubre ) , proyectan una imagen de Acapulco como un lugar que está lo suficientemente mal para recibir ayuda pero lo suficientemente bien para recibir turismo.

Los mexicanos nos quedaremos con la idea de que en este período de tiempo lo más trascendental fueron los desastres naturales, gracias a la falta de abstracción de los medios audiovisuales que se limitan en reproducir estímulos a una audiencia sensible pero no susceptible a la programación mecánica como si fueran robots, los incitan a donar en medio de alzas y reformas, e intencionalmente o no, discriminan las noticias que no tienen complementos lacrimógenos pero que a la larga, traerán más consecuencias. Y desastres naturales siempre habrán. Listos para ser explotados por una prensa mediocre forjadora de vídeo-niños.[1]

“Lo que podemos ver en la televisión es lo que mueve los sentimientos y las emociones: asesinatos, violencia, disparos, arrestos, protestas, lamentos; y en otro orden de cosas: terremotos, incendios , aluviones e incidentes varios”.(Sartori,1977:93).

[1] Término acuñado por Giovanni Sartori en su libro Homo Videns, 1997, para nombrar a las nuevas generaciones que anteponen las imágenes al contenido abstracto de un suceso.

La influencia religiosa en el Hospital de San Lázaro, basado en la novela de Justo Sierra O'Really


Dogma de lo impuro en la lepra

La novela epistolar Un año en el hospital de San Lázaro versa sobre un joven llamado Antonio que es víctima de una enfermedad que al principio reconocen como mal gálico. Entiendo que era una afección sexual que finalmente catalogaron como lepra, lo cual hizo que lo enviaran al hospital de San Lázaro.

El siguiente ensayo se desarrollara en base a la influencia religiosa dentro de la novela y con referencias a esta época. Por lo que abordaré cuatro puntos que considero de mucha importancia para darnos una idea del papel de la religión antes, durante y después de la enfermedad lazarina. Estos son: El doble rol de la iglesia de manera paradójica, tanto como condenador de la dolencia, como sanador espiritual y físico del enfermo; La vinculación de la lepra con la promiscuidad y su reprobación pecaminosa; La resignación como lugar común para los enfermos como una especie de felicidad; Y la búsqueda del remordimiento para la sanación salvación.

Finalmente se harán reflexiones sobre la concepción del cristianismo y el engrandecimiento de las personas que la profesan por ser fuerte influencia en el enfermo protagonista.

Uno de los requisitos para que el enfermo lazarino fuera considerado tal era la resolución hecha por un cura. Dentro de la novela existen varios diálogos en los que se muestra claramente al sacerdote y al doctor de forma horizontal, como si ambos sabios tuvieran el mismo conocimiento y el mismo derecho a sugerir y tratar la lepra.

En una parte del libro, Melchor le escribe a Manuel diciéndole: “El cura V… tiene un ojo penetrante y un tacto delicadísimo para conocer y codificar las enfermedades más graves e intensas”. Lo que me llama la atención de este punto además del ideal de sacerdote y la confianza para acudir a él a la par que al médico, es que la iglesia está singularmente pendiente de este tipo de enfermedades mortales y todas ellas son vistas como penitencias dictadas por el propio Creador. Otro párrafo menciona la actitud de “indiferencia estoica” de un sacerdote que se dedica a los “misterios de la pobre humanidad” como si fuera un vigilante de las expresiones de castigo simbólico en los enfermos e infelices.

Pero contrario a lo que podría deducirse, ellos no son vistos por la sociedad como quienes persiguen pecadores y de alguna forma regulan el castigo divino, sino como agentes dispuestos a ayudar para sobrellevar un castigo merecido, exentos de toda culpa y animados a la idea de que estas personas superiores podrán sanar “la llaga del corazón”.

Incluso Antonio en sus cartas demuestra el inmenso agradecimiento al apoyo que un cura le da dentro del hospital para su sanación interna, importantísima como la salvación física, pero más apreciada por ser más alcanzable: una vez condenados sus cuerpos, sólo les queda salvar a sus almas, y en ello se empeñan.

“Dios mío: ¡qué fuera de una infeliz criatura, de un pobre leproso, atribulado, afligido, oprimido de dolor y de angustia, si no tuviese la seguridad de otra vida, y en ella fijase toda su esperanza!”.

En un principio Antonio cuenta cómo se enfermó de mal gálico a través de una cubana que le presentó un conocido que después es descrito como un libertino, sin embargo, no se apoya del engaño al que fue sometido para aliviar su culpa. Él mismo se auto condena y se avergüenza de sus actos, descubierto por médicos y sacerdotes. En ese tiempo, era muy común la creencia que la lepra se contagiaba por contacto sexual, lo que intensificaba la mala percepción de quienes sufrían este mal.

Hay una parte en el libro que llamó especialmente mi atención, ésta es cuando Antonio explica a su amigo Manuel cómo es la vida en el hospital y condena el matrimonio que existe entre dos lazarinas y dos lazarinos “¡¡Qué cosa tan horrible!!”, escribe.

También, algo muy importante es la resignación a la que llaman repetidamente “la felicidad” del lazarino. Al principio, podemos observar la desesperación y el reproche de Antonio para con su enfermedad. “¿Tan grande ha sido mi culpa, que me condenas a un castigo tan atroz, tan odioso, tan insoportable?”, pero unas líneas después se arrepiente “Los que obran con iniquidad y siembran dolores, y siegan, perecieron al soplo de Dios y fueron consumidos por el viento de su ira”. Y posteriormente dice: “Debo pagar mis culpas. ¿por qué no he de conformarme con mi actual estado?”. Al resignarse, su amargura disminuía.

Esta actitud era trabajada socialmente, inculcada por médicos, conocidos y sacerdotes. La disposición de Antonio posteriormente a estas reflexiones cambia a un estado de serenidad, como si acatara una ley que condenara un crimen del que se arrepiente y responde con responsabilidad. Y agradece, además a quien lo condena porque es su apoyo. “Mi fortaleza se la debo a la Divina Providencia”, dice.

Otra parte de la salvación radica en el remordimiento. En una de las cartas Antonio reconoce al hospital “no únicamente como el domicilio del dolor y la miseria, sino también el de los remordimientos”. El doctor que lo visita con frecuencia lo convence de que el hombre después de un crimen, experimenta una sensación de remordimiento que lo ayuda a alcanzar el perdón de Dios, al pasar por la meditación.

“…si un remordimiento, por más vehemente que sea, llega a apoderarse de un criminal, el mayor empeño de éste debe consistir en borrar su crimen, o por resignación filosófica, y la resignación se parece tanto a la felicidad”.

Sin embargo, en la misma plática, Antonio reprochaba que el dolor del remordimiento no fuera sólo el castigo, sino también la desgracia de ver su cuerpo afectado por el crimen. Consideraba injusto, la doble mortificación.

Pero el doctor, le remitió que no estaba bien expresarse así si profesaba “una religión tan sublime, tan bella y tan consoladora, como el cristianismo”. Le ofrece estudiar la moral divina porque asegura que ahí se encuentra su salvación espiritual, su felicidad.

Y no sólo debían aceptarlo, sino que no tenían derecho a quejarse por recibir algo que merecían. De hecho el doctor Frutos habla de una especie de repartición de miseria en el que a todo el mundo le toca una parte de sufrimiento, y Antonio no debía reprochar aquella que le había tocado, sino aceptarlo y agradecer que no le haya tocado algo peor. Y al parecer aquello peor, era estar sano sin merecerlo, eso sí era un verdadero crimen.

Antonio agradecía al cristianismo la concepción y la bienvenida de su enfermedad, agradecía al cristianismo porque éste le había otorgado la compañía purificadora de personas tan empáticas y misericordiosas que lo ayudaban a aceptar su enfermedad, a no huir de su condena, sino a abrir los brazos y recibirla, aceptarla, aprender a vivir con ella, saberse merecedor de un castigo y refugiándose en la continua depuración de su “crimen”.

En la carta IX a Manuel, Antonio expresa su animadversión hacia el fatalismo. Esto me parece revelador porque creo que en este punto, comienza a exponer sus deficiencias en encontrar una razón a todo lo que existe. Mas no se dobla del todo, pues acepta antes que nada que las dudas que le surgen en cuanto a su religión, se ven completamente disipadas por el doctor o el sacerdote cuando le argumenta y de alguna forma mantiene su juicio intacto pues refuerza sus creencias cristianas cuando él comienza a dudar.

“Mi enfermedad misma parece ceder a los consuelos religiosos; y en el propio instante en que me hallo en los bordes de un precipicio, que veo abierto ante mis ojos y próximo a tragarme, un rayo de luz ilumina la escena, guía mis pasos, y encuentro la senda perdida”.

Creo que el párrafo anterior resume bien la plataforma de ayuda que construye la religión no sólo para condenar a los enfermos, sino para llevarlos a un estado de resignación y conciencia para otorgarles la esperanza, cuando ya todo está perdido.

Fotoperiodista Hugo Borges y su intercambio cultural Argentina-México

Hugo Borges en su estudio
Fotografía por Olivia Novelo


MÉRIDA, Yucatán, México. Katia Rejón Márquez No podría describir de otra forma la entrevista más que: chida. A Hugo Borges no lo podemos catalogar con ninguna etiqueta social porque perdería la autenticidad que le caracteriza.

Lleva dos menciones honoríficas a nivel nacional de Conaculta en el currículum, una serie itinerante en Yucatán, trabajó con el fotógrafo argentino Alejandro Chaskielberg en su producción fotográfica a gran formato The High Tide y con Rafael Delceggio en las revistas 90+10 y Fiancee, también en el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires y ha tenido varias exposiciones tanto aquí como en Argentina; pero parece como si hablaras con un amigo.

La primera vez que lo vi, traía un chaleco caqui y me estaba apuntando con el dedo con una sonrisa pícara. Iba apresurado y nos pidió acompañarlo al periódico Milenio, donde trabaja en el área de diseño gráfico.

Sin duda, Argentina es precisamente un lugar que le ha influenciado muchísimo. Lo pienso aún más cuando veo su serie “De Tango y Piel” en su estudio y llega con dos vasos de cerveza a la mesa.

Pone de fondo un tango y el ambiente se vuelve otra cosa.

Al terminar la carrera de Publicidad en el Centro Universitario Interamericano, se va a Argentina a estudiar fotografía. “No conocía a nadie, suena muy loco, pero así fue, compré una mochila, la llené, averigüé de una escuela ahí y me fui”, dice riendo. Su primera exposición fue en Buenos Aires “Raíces del Mayab”, en Palermo, con fotos que tomó en Mérida.

Cuenta la gran experiencia de poder ser canal de un intercambio cultural entre las dos ciudades. “Fue una cosa muy curiosa. Fueron imágenes antropológicas que hice antes de irme, sobre el día de muertos maya, ahí la muerte mexicana llama mucho la atención. Luego llegué aquí y expuse fotografías que tomé en Argentina, la serie “De tango y piel”. Al preguntarle sobre experiencias en las que haya experimentado esa adrenalina de la que tanto está enamorado, bebe un trago de cerveza y nos contextualiza:

“Durante la dictadura militar de Argentina en los setentas, desaparecieron 30 mil estudiantes, una generación entera, los militares los aventaban desde helicópteros todavía vivos, o los enterraban. Una vez, me tocó cubrir una marcha de las madres de estos jóvenes, te entra un golpe emocional muy fuerte”.

“También, continúa animado, en Buenos Aires me tocó balas de goma y gases lacrimógenos en una revuelta de manifestantes. Primero hice 5 o 6 tomas horribles pero después te adecúas al espacio, parece como si no estuvieras ahí. Ves cosas muy feas, como padres desvanecerse por recordar a sus hijos (300 jóvenes calcinados en el Barrio de Once), verlos en shock es muy emotivo. Pero tienes que estar en la cámara, al principio no lo registras, se logra con la práctica, tienes que deslindar tu mente aunque una vez que estés eligiendo imágenes te entre el lado humano. Y con ello vienen las pesadillas, la tristeza por lo que has visto, cosas por el estilo”.

Hugo es una de esas almas rebeldes que opina que una vez que te has mezclado en ese ambiente no vuelves a ser el mismo. Puede cubrir guerra y conflictos, le encanta la adrenalina y acepta con gusto el sacrificio de sufrir violencia a cambio de hacer lo que ama. Sin embargo, el narcotráfico es algo en lo que tiene descartado trabajar “No hay trincheras, no hay lugar dónde esconderse, no sabes quién es quién y no puedes confiar en nadie”.

Actualmente trabaja en Milenio pero como diseñador gráfico, “no lo mezclo con la fotografía”, dice. Tiene un estudio en su casa y últimamente ha trabajado con mujeres con vestimentas no tradicionales, como una amiga americana con la que hizo una sesión poco convencional: “se vistió con medias de red y una máscara del tío Sam, fueron fotos irreverentes, mostrando a una mujer guerrera, abierta a su sexualidad y sensualidad”.

Además, trabaja para ICHKAN, una agencia en la que conoce a otros fotógrafos “del submundo” como él le llama.

Como proyecto personal, tiene un documental trabajándose desde hace un año, se llama Vestigios de una Conquista que va desde el ritual del día de muertos hasta el domingo de ramos. Quiere darle un valor sincrético a la cultura maya en contraposición del misticismo con el que se ha ido promocionando a nuestra cultura. “No quiero que sea de esos típicos documentales en los que vas a los sitios y tomas muchas fotos, quiero que esté bien trabajado, le calculo unos dos o tres años más”. Este proyecto sería llevado a otros países para dar a conocer un lado más profundo de la cultura.

Hablando de las desventajas de esta profesión, sin pensarlo mucho contestó: “La inmediatez, Instagram hace que no sea necesario ser un periodista. Sólo alguien que esté en el momento justo y tenga con qué captarlo. Ahora es más difícil ser fotógrafo, compites con jóvenes que cobran muy poco. Aunque la calidad no sea la misma, la gente lo prefiere”.

Al preguntarle cómo es la relación entre los colegas, soltó:

“Ay, necesitó gasolina porque tiraste la bomba ¿quieres más leche? ¿no tomas, de veras?”.

Y se levantó por otro vaso. Nos mostró fotografías de su colección de Cuartoscuro y platicamos un poco sobre un amigo suyo que está en Siria, precisamente en este número, hay fotografías de él y otro mexicano.

Para mí que estás evadiendo la pregunta, le dije. Sonrió y me contesto: “Cada fotógrafo tiene su personalidad, la mayoría tienen personalidades fuertes como yo, con demonios internos y algunos otros no controlan el divo que llevan dentro. Yo con los divos no soy buena gente. Con los amigos, hay retroalimentación, sin ningún problema puedo compartir cómo conseguí una foto. Está chido intercambiar ideas”.

La última pregunta fue algo trillada pero necesaria: ¿Qué es para ti la fotografía? Y pronunciando cuidadosamente cada sílaba me contestó que era tener contacto con un mundo surreal a través de la cámara. “Yo le debo mucho a la fotografía”.

Nos levantamos a seguir platicando sobre otras cosas,desmontamos su estudio y nos despedimos muy contentas de haber conocido a un fotoperiodista con experiencia y a una gran persona con la que sin duda, queremos seguir en contacto.

Por Katia Rejón



Fotografía Olivia Novelo

sábado, 5 de octubre de 2013

Ojos que no ven, corazón que no entiende

Por qué otra cosa sino por nosotros es que Azcárraga Jean cree que es una buena idea recoger de varios botes de basura extranjeros a una conductora-rescatista-abogada-periodista-actriz con el sufijo pseduo en cada uno de los atributivos. Por qué otra cosa sino porque más de 50 millones de mexicanos dejan el corazón y las lágrimas en los casos de ciencia ficción de bajo presupuesto y drama de hueva, que transmite nuestra gloriosa cadena de televisión, junto con otros programas que engordan de nosotros.

No me gusta hablar de cosas que no merecen la pena. Pero la pena ha sido tan grande que ahora me gustaría hablar de ella y no de las cosas. Es una condición tan vieja aquella que se apasiona, se enhila en quienes nos llevan al sopor. Se burlan de nuestra indulgencia y nuestra poca disposición a darle la vuelta a la portada y ver qué dice todo el libro. Y cómo nos embobamos hacia personas o situaciones que en realidad no tienen valor alguno sino el que nosotros le otorgamos.

Quién sería esa esquelética, gritona y expatriada sin los cientos de personas que le aplauden y la tienen como una heroína. Es cierto, que tiene mucho que ver la educación y la condición social de su público, pero ¿habrá mucha diferencia en los demás estratos sociales?

En mi escuela nos visitó una figura española muy importante (no diré su nombre porque no es el punto), manejaba varias firmas de moda como Dior, Chanel, Louis Vouttion y otros nombres impronunciables. Vestido con un traje más caro que todo el audiovisual, nos platicó que la maletita que dejó en una esquina del salón, había costado al menos el sacrifico de 100 vacas (98 de las cuales nunca se usaron), y varios tratamientos especiales como si de un recién nacido se tratase.

Su discurso era que vendía sueños. Algunos se hundían en sus sillas, otros con los ojos hinchados sobre los zapatos del susodicho, admirados de su increíble ¿elegancia? ¿poder? ¿desfachatez? ¿sinceridad al decirnos que todo lo que vemos está construido de tal forma que babeemos al verlo, que nada es real? Luego la sala se llenó de voces ennegrecidas por la inviabilidad de adquirir lo necesario para estar feliz, y cuando el catrín se atrevió a preguntar si los millones de dólares que se gastan en las pasarelas de moda y la publicidad de las marcas valían la pena, se oyeron tantos “sí” cargados de convicción, de raíces anhelantes, de bocas que piden caviar, de vocales tristes, de resignación.

¿Quién sería ese hombre bien parecido sin toda la carga cultural de lo que pregona, sin la exclusividad de sus pantalones, sin su rótulo importante?
Entonces volvemos a estar sentados en la cueva, a ver las sombras proyectadas en las paredes de roca, mientras afuera de ella está lo que de verdad es y desconocemos. Como dice Henri Barbusse: “Las sombras no existen, sólo es la luz que no ves”.



Remato el cuerpo

MÉRIDA, Yucatán, México. 9 de septiembre de 2013. Katia Rejón Márquez “De alguna manera todos vendemos nuestro cuerpo”, contesta una chica a otra que le había dicho que vendería su cuerpo para pagar algo que no recuerdo.  Pláticas de autobús, tres segundos de filosofía espontánea.
Voy pensando en eso mientras camino por las calles de un centro asoleado, lleno de caras goteando, van llevando sus cuerpos obligados a caminar, a correr. Paseaba buscando una calle en específico, quizá la 63. Como siempre, suelo evitar el roce de cuerpos sudorosos aunque casi nunca me funciona.

Veo a un hombre a cuadros mirar el umbral de la tienda de novedades que está junto a mí. Nos encontramos de frente pero sus ojos parecen irse de lado y yo queriendo conservar el equilibrio visual decido que voltearé al mismo lado. Viendo su cara sorprendida, sus labios entreabiertos, su respiración pasmosa, no puedo más que advertir que descubrió un cuerpo.

La miramos: debe tener menos de 19 años, se mueve al ritmo de la música, aunque quise ignorar la canción de letra lamentable, ahora le doy cuerda al oído y todo se vuelve un vídeo musical de bajo presupuesto. Nos encontramos con una chica de cabello "rojo", pequeña, con una blusa naranja y unos pantalones de color, parece una llamita, un arbolito incendiándose, baila con movimientos extraños, catalogados de mal gusto: perrea. En la puerta de su trabajo. Le pagan por perrear en la puerta de su trabajo. Atrae gente, dicen. ¿Gente? ¿Hombres de a cuadros, gordos y bigotones que se detienen medio minuto, como metiendo mano, con terror a quemarse con esa llamita? Clientes para que compren qué. Yo, anonadada frente a los dos.

Ingenua de mí, creo que se detendrá al sentir sus ojos bailándole todo el cuerpo, baile de ojo con cuerpecito naranja, cabello naranja, manos naranjas. Pero no, comienza a convulsionar las caderas con más fuerza, la llama comienza a volverse azul hasta tragarse al hombre. Lo calcina. Cerdo adobado en medio de la calle. Lumbre roja disuelta. Se peinan despacito, se despiden. Huelen a jaboncito rosavenus. Me topa el hombro cuando se va. Brinco porque no hay sudor más indeseable que el de un raboverde saliendo del placer.

Concluyo que hay muchas formas de vender el cuerpo. Es el producto más explotado y con más presentaciones. Algunos lo rematamos en la oficina de algún trabajo que no nos gusta. Saltamos de la plancha al mar, empujados por la necesidad y la caducidad (no calidad) de vida. En fin, si lo vamos a vender, al menos que sea en beneficio del mismo, con un contrato de ganar-ganar y reembolso en caso de enfermedad, infelicidad o mirones embabados.

 @Katiaree