La cultura proviene del latín
cultus que significa cultivo, haciendo referencia al espíritu humano
y a las facultades del hombre. Aunque su definición haya ido mutando
a lo largo del tiempo, se reconoce como cultura precisamente a ese
proceso de cultivo y desarrollo de una población en un tiempo y
espacio constantemente actualizado. Para algunos autores la cultura
es todo lo que el hombre hace, y se divide en categorías como
histórica, mental, estructural y simbólica.
En cuanto a la histórica, se
refiera al conjunto de cosas tangibles e intangibles que ha hecho el
hombre a través del tiempo. La cultura es acumulable, es un espiral
que sirve de archivo para la educación e implementación de un nuevo
individuo dentro de la sociedad. Aunque el hombre, y por ende su
cultura, esté en constante reajuste, no se deja de considerar
cultura las cosas que ya no se siguen practicando o viendo, pero que
en algún tiempo lo fueron. De hecho, es un error muy común
sobrevalorar la cultura anterior a la de nuestros días, como pasa
con las nuevas tecnologías. Todavía no consideramos un Ipad como
cultura, pero una vasija prehispánica, sí. Y no es que una valga
más que la otra sino que ambas forman parte de un entorno social y
son una constante en el desarrollo de los seres humanos que conviven
en un mismo tiempo y espacio.
La mental se refiere al complejo de
ideas y hábitos de una sociedad, la ideología de los habitantes no
siempre es la misma, esto incluye religión, tendencias políticas,
hábitos como los pasatiempos, las actividades, costumbres,
tradiciones y otros factores cotidianos.
La estructural se refiere a los
símbolos pautados e interrelacionados, como la bandera, el himno, la
mexicanidad, los objetos que identifican a una cultura. Y la
simbólica, en donde se encuentran los estereotipos, las valoraciones
de lo bello y lo feo, la moral, etcétera.
Es un poco complicado hablar sobre
la influencia de culturas que tiene México. Como dijimos
anteriormente, la cultura no puede cortarse en el tiempo y comenzar a
definir lo que es cultura a partir del siglo XX por ejemplo, porque
todo lo actual es la mezcla de culturas pasadas.
Si hablamos del momento
prehispánico, comenzamos por las diversas culturas prehispánicas
que se interrelacionaban ya en los tiempos antiguos, por lo que cada
una se veía influenciada por otras. Considero que hay muchas olas
de influencia en la sociedad mexicana.
La primera de ellas es la llegada de
España, y no sólo de España sino de toda Europa que ya estaba
influida por los otros países del continente y también por los
otros, si recordamos a los árabes y su intensa intervención en la
cultura española. Al abrir las puertas al nuevo mundo, no sólo
llegaba otra cultura, sino otra mezcla cultural con el mismo tiempo
de recolección de historia, estructura, mentalidad y símbolos.
Muchos años antes, España había
recibido los frutos de una de las culturas madres, como es la
Grecorromana, y en ella podemos encontrar, otra vez, un resultado de
aspectos históricos de otras fuentes naturalizados como griegos y
romanos, que sin embargo, fueron construidos en la raíz de otra
cultura más antigua. Y así podemos hablar, de la occidentalización
que construyó una nueva etapa en lo que mucho tiempo después sería
México.
Los medios de comunicación que
estuvieron presentes incluso antes de que naciera la tecnología,
permitía que culturas apartadas fueran también inspiración de
otras hasta mezclar vocablos y costumbres, razas y alimentos.
En la segunda mitad del Siglo XX
llega para quedarse la Globalización como resultado de la
occidentalización que rige como la cultura ideal. Es aquí cuando se
ve claramente que gracias a las nuevas tecnologías de la
comunicación como la Internet, es posible la transmisión de cultura
prácticamente de todas partes hacia todas partes como una red
infinita.
Una de las primeras y más claras
influencias es la de Estados Unidos. Al ser un país vecino con el
que compartimos comercio y que hemos dado tantas concesiones para
empresas gringas en comunicación, industria de los alimentos,
bancos, empresas multinacionales, etcétera, y además de todo ser
una de las mayores potencias a nivel mundial, recibamos cantidades
extraorbitantes de muestras culturales que adaptamos pasivamente a
nuestros tiempos.
Es un error decir que Estados Unidos
no tiene cultura. Estados Unidos tiene una de las culturas más
influyentes a nivel universal (si no lo creen, contemos cuántos
satélites tiene en el espacio, incluso envía a Julia Roberts). Lo
que no tiene es una historia cultural tan rica como la nuestra, por
ejemplo, pero de qué sirve que tengamos un tesoro cultural tan
grande, si ya nadie se molesta en desenterrarlo. Sin embargo, si nos
centramos en la definición de cultura, veremos que poco a poco vamos
unificando nuestra cultura americana con Estados Unidos.
Decir que las hamburguesas no son
cultura mexicana, implica decir que los chiles en nogada tampoco lo
son porque fueron cocinadas por primera vez por y para españoles.
Entonces, si nos mostramos orgullosos con nuestros orígenes y
comenzamos a desplazar a las nuevas influencias, tendríamos que
quedarnos simple y llanamente con las primeras civilizaciones
prehispánicas, excluyendo incluso a nuestro idioma español. ¿O es
que acaso la cultura significa la mezcla histórica de donde vienen
tus padres y no de todo el entorno en el que vives?
Lo preocupante, a mí parecer, es la
falta de presencia que tiene México en este intercambio cultural
masivo y el papel receptivo que se limita a ser parte de un
estereotipo inmigrante ilegal, porque al parecer es la única forma
de que nuestra cultura entre a otros países, o al menos así nos lo
hacen ver las películas holliwoodenses.
Algunos de los aspectos o canales en
los que otros países nos han influenciado son: el lenguaje, en las
nuevas locuciones en inglés, ciertos modismos del francés o
regionalismos de otras partes del mundo como: “fo” de Venezuela.
En conclusión, no podemos definir
países exactos que influyan a nuestra cultura, ya que ésta es sólo
la mezcla de la mezcla de otras culturas en constante interrelación.
Por lo que es más acertado decir que nuestra cultura es abierta,
cambiante, indefinible y es parte de otras culturas en general, con
un menos o mayor grado de intensidad en cuanto al uso cotidiano.
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