Christopher McCandles |
Estaba
en la combi un lunes por la noche y el conductor escuchaba una
estación de radio local en la que promocionaban, mediante una
entrevista, unas clases de inglés. La chica preguntó ¿por qué es
importante aprender un idioma? Y el interesado contestó: para
encontrar trabajo. Aunque tiene toda la razón de que un idioma
amplía las posibilidades de un empleo y todos necesitamos uno, ¿ a
eso se reduce el aprender otra lengua?
Me
recuerda a un pasaje de Thoureau en el que dice: “Si un hombre
pasea por el bosque por placer todos los días, corre el riesgo de
que le tomen por un haragán, pero si dedica el día entero a
especular cortando bosques y dejando la tierra árida antes de
tiempo, se le estima por ser un ciudadano trabajador y emprendedor.
¡Como si una ciudad no tuviera más interés en sus bosques que
talarlos!”. Creí que el chico interesado en que las personas tomen
clases de inglés apelaría más a la satisfacción de ampliar el
conocimiento y las formas de interpretar o pensar a través del
lenguaje extranjero y propio, ya que en lo personal, considero que
esta unión de pensamiento y lenguaje es más atractiva y beneficiosa
que el reunir puntos en la competencia a muerte del campo laboral.
No
quiero decir que todos debamos ser desinteresados del trabajo formal
ni propongo una vida ascética, sólo muestro un poco de tristeza al
pensar que nuestra existencia gira entorno a ser materiales de
construcción que sólo buscan productividad y no complacencia. En el
libro Una vida sin principios, Thoreau dice “el propósito
del obrero debería ser, no el de ganarse la vida o conseguir >un
buen trabajo<, sino realizar bien un determinado trabajo”.
Es
irreal pensar que todas las citas de este filósofo son aplicables a
la vida de tráfico, sudor y préstamos bancarios de todos los días.
Y que cosas como “no hay mayor equivocación que consumir la mayor
parte de su vida en ganarse el sustento”, podría levantar muchas
cejas. Sin embargo, algunas como el primer ejemplo de aprender un
idioma están dentro de nuestros planes como un formulario que hay
que llenar para ser más fértil cuando podríamos aprovecharlo de
otra manera y enfocar el
empeño a un beneficio más interno y profundo.
Quizá
no podamos ser Christopher de Into the wild (película basada en una
historia real) y dejar la escuela, la familia, las personas, la
seguridad, la ciudad por viajar de mochileros a Alaska para sentirnos
seres naturales y “agrandarnos como humanos”, pero a veces hay
tantas cosas buenas encerradas en frascos de vidrio sobre un anaquel
del supermercado que sólo hace falta mirarlas bien y hacerlas
nuestras.
Las fotos son de Internet.
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