lunes, 2 de septiembre de 2013

Abogo por las materias teóricas



MÉRIDA, Yucatán, México. 2 de septiembre de 2013. Katia Rejón Márquez - Llamo al estrado a la maestra de cabello hecho un moño, los lentes con colgante y el diente que chifla. La acuso, a ella, como metonimia de un sistema educativo corrompido por gente que quiere hacernos pasar por androides que almacenan datos. Pero tienen razón los de la defensa: No es su culpa. Es culpa de un círculo invisible que, como huracán, sólo puede sentirse cuando ya está pegando madres, imparable.

No sé ustedes pero yo considero que tenemos procesos mentales con un poco de moho. Quiero cambiar aunque sea la percepción de las tan violadas, ultrajadas, difamadas y menospreciadas materias teóricas. Empezando por el libro de historia de quinto de primaria. Me contó un cuento falso, que no admite réplica, y me llenó de fechas y datos, que ocuparon espacio en el que pudieron decir que Miguel Hidalgo no era un beato persignado benefactor de los pobres.

Algunos queremos alzar la mano y decirle a la del escritorio que qué le pasa, que no me puedo aprender fechas sin analizar por qué Madero no pudo dirigir al país. En la prepa casi me muero cuando alguien me dijo que sociología eran “puros autores y nombres de teorías”, que sería de mí si no me enteraba del “malestar social”, todavía me sentiría incomprendida.

Si acaso mi punto no ha sido claro, lo resumiré: La teoría no es un memorama de fechas y personajes. La teoría explica, requiere un análisis. Una operación matemática dos personas (que sepan hacer la fórmula) lo harán igual. Un ensayo, ni con la misma idea en la cabeza, ni con la misma postura saldrá con las palabras exactas. Y me parece terrible que se menosprecie y peor: que se enseñe como la tabla de multiplicar.

El libre albedrío si está en algún lugar, no es en el cielo, ni en la iglesia y mucho menos en esas cursilerías del interior o la moral. Está en las palabras y lo que decimos con ellas, de ahí puede lograrse una realidad completa y sobretodo frágil como para vengan otras palabras y se derrumben para volver a edificar un paradigma una y otra, y otra vez.

No tengo nada en contra de las matemáticas y ciencias exactas, pero es que no somos exactos ni estamos biológicamente creados para el estatismo. Y estoy enamorada de los procesos infinitos, las preguntas incontestables. No importa que no encontremos o no encierren al culpable, pero a la teoría déjenla libre, déjenla salir. Es inocente.

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