viernes, 1 de noviembre de 2013

Cabezas de cerillo



MÉRIDA, Yucatán, México. 1 de noviembre de 2013. Katia Rejón Márquez.- Mariano Azuela en su famosísimo libro de la Revolución ”Los de abajo”, explica un fenómeno que también ocurre en el mundo posmoderno. En el libro se plantea el desconocimiento de los soldados sobre las razones y objetivos de su lucha. Cada quien tenía sus propios objetivos al luchar: tierras, nacionalidad, compañerismo, deseo de mejora pero concebido de forma nebulosa, etcétera.

Es muy grave participar en una lucha masiva y no saber lo que estás haciendo. Creo que las posturas actuales (menos violentas, igual de sólidas) se atienen a un espíritu contestatario sobrevalorado, de poca profundidad ideológica. Vamos caminando sobre el agua como Jesucristo en un problema hondo, limitándonos a protestar por las cosas obvias como si no existieran razones más intensas.

Por ejemplo, hace unas semanas los organizadores de un festival independiente explicaron su descontento después de una función, porque el gobierno no quería respetar las fechas del teatro solicitado meses antes. Con todo el derecho de estar molestos, los mesías cinéfilos comenzaron a apuntarnos con el dedo diciendo frases como: el gobierno te está escupiendo a ti, a ti y a ti en la cara. Y a menos que la saliva se haya evaporado antes de tocar mi piel, yo no sentía que nadie me estuviera escupiendo. Ante los vítores y aplausos del público, el iluminati nos hizo una pregunta que no pudimos contestar: ¿A dónde se van sus impuestos si la sala de ayer no estaba limpia? Se me ocurre una lista de cosas a las que se podrían ir mis impuestos -los cuales aún no pago- antes que a una escoba y a un intendente del teatro. Pero no es el punto. Más allá de la problemática hacendaria y de quiénes se van a Puerto Vallarta con el IVA de mi Frutsi, está la facilidad de cerillo para hacer encender a un grupo de personas.

Ese día soñé con Harold Lasswell y su teoría hipodérmica. Me niego mil veces a que seamos robots programables, podemos elegir si pensar o sentir, o las dos, pero sólo sentir es muy peligroso, es casi salvaje. No estoy en contra de los revolucionarios, les aplaudo, jóvenes, compañeros, les aplaudo sus bríos, comparto sus ganas de cambiar las cosas, sus posturas, amigos, sus ideologías ya sean compradas con todo el kit del Che o trabajadas artesanalmente por las tradiciones familiares, no importa, lo que sí importa es estar consciente de por qué y por quiénes se lucha por lo que se lucha. Y saber, sobre todo, a dónde se van las energías, hacia qué mundo no prometido (pero a todas luces deseado) se va nuestro coraje.

@katiaree

Artículo publicado en vox.com.mx

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