Cien años de soledad es una de las novelas más
representativas del Boom Latinoamericano que surgió como renovación literaria e
histórica en los años 60’s. Los revolucionarios años 60’s . Cuando las
primaveras de Paris, México y Japón estaban derrumbando muros, la sexualidad se
estaba metiendo en las casas más conservadoras y el purismo se desvanecía en la
época de la postguerra. Toda la historia de la humanidad se preparaba para
cambios políticos, artísticos e ideológicos.
En esta cuna nace Cien años de soledad como una novela
que se entrega propiamente a las técnicas y recursos que un grupo de escritores
(ahora los máximos representantes de la literatura hispanoamericana) cercaban
una nueva generación de literatura que alcanzaría su reconocimiento internacional,
e influiría en la europea.
Junto con Gabriel García Márquez, estaba Carlos Fuentes y
Julio Cortázar intercambiando epístolas que tenían como tema central esta
novela emblemática. Dentro de los textos de la edición conmemorativa de Cien
años de soledad está un homenaje de Carlos Fuentes, y habla precisamente de
cómo él evoca a la novela como “una
prodigiosa imagen cervantina de la existencia convertida en discurso literario,
en pasaje continuo e imperceptible de lo real a lo divino y a lo imaginario”.
Fuentes le dice a Córtazar que la novela que acababa de
leer es el Quijote americano y esta afirmación demuestra dos cosas: la
importancia de esta narrativa nueva integrada en una obra maestra que combina
con frescura el realismo mágico y a la respuesta de esta serie de cambios. Y
sobre todo que América y el mundo está listo para crear obras que compitan por
el reconocimiento literario propio de una literatura clásica, antes intocable.
Cien años de soledad no es la pregunta sino la respuesta
de la corriente emergida, Fuentes concluye diciendo que “cada
gran novela latinoamericana nos libera un poco, nos permite delimitar en la
exaltación nuestro propio territorio, profundizar la creación de la lengua con
la conciencia fraternal de que otros escritores en castellano están
complementando tu propia visión, dialogando contigo”. No es que no
existiera algo como Cien años de soledad, sino que era la consolidación de un
nuevo género que integraba la identidad hispana como recurso literario y
justificación artística.
Uno de los aspectos que hace a la novela tan
representativa es la convergencia de características que parecen contrafácticas
por naturaleza, al crear una realidad alternativa permite que haya cabida a una
pluralidad de la vida “real” tal cual nosotros la conocemos, en la que las
situaciones, personajes, representaciones ideológicas permanecen separadas por
una barrera de autopoiesis y en la novela conviven como parte de un mismo
entorno. Vargas Llosa habla sobre esto y dice:
“Esta totalidad se
manifiesta ante todo en la naturaleza plural de la novela, que es,
simultáneamente, cosas que se creían antinómicas: tradicional y moderna,
localista y universal, imaginaria y realista”.
Algunos autores como Mario Vargas Llosa hablan de la
totalidad de la historia. Él considera que la relación de la historia de
Macondo y la de los Buendía es interdependiente. La estirpe comienza con José
Arcadio Buendía y su esposa Úrsula, con ellos llegando a un nuevo lugar,
fundado por ellos mismos, entre otras personas, y el desarrollo del linaje
Buendía tanto en su forma lineal como en el desenvolvimiento cíclico, tiene
correlación con los momentos por los que pasa Macondo, el cual es en un
principio una ciudad sin muchos avances, es Génesis, es nacimiento. Los
personajes están arraigados a un espacio y tiempo en constante mutación y déjà
vus.
A lo largo de la historia la situación de Macondo se
complejiza, como la de la familia Buendía y al final cuando la ciudad ha sido
una tromba histórica tanto como los personajes, ya no queda nada. Todos se van.
Las últimas páginas demuestran un abandono y
es un escenario perfecto de soledad, donde el penúltimo Aureliano conoce
su destino a través de Melquiades como una representación divina del conocedor
del destino y poseedor de sabiduría, el personaje más mágico de la novela, que
nace, habla, cuenta, influye, muere y vuelve a vivir cada vez que uno de los
Buendía se acerca a él, en una especie de unión metafísica del conocimiento, es
el hilo conductor de la historia.
Aureliano, el último vivo de la estirpe, sale por
Macondo. La hecatombe de la familia Buendía está ligada a la hecatombe de
Macondo, así como su génesis fueron prácticamente simultáneas.
Vargas Llosa dice sobre esto, “…Macondo que es la estirpe de los Buendía: ambas entidades nacen
florecen y mueren juntas entrecruzándose sus destinos en todas las etapas de la
historia común”. Y sobre la influencia en sus transformaciones, apunta: “Es Úrsula quien descubre la ruta que trae
la primera invasión de inmigrantes a Macondo. La casa de los Buendía da, con
sus mudanzas, la medida de los adelantos de Macondo”.
En la concepción de esta realidad abstracta, entintada de
metáforas y simbolismos, hay todavía más unión. La novela se sale de lo
ficticio, traspasa la unión de espacio-tiempo-personajes dentro de la historia
y se vuelve un espejo artesanal de la realidad de la sociedad latinoamericana,
y en general de cualquier sociedad. Las situaciones de Macondo son una síntesis
de la historia de la humanidad.
El asentamiento en un nuevo sitio, el conocimiento
deificado y la sabiduría codiciada por mentes con preguntas de existencia y
ansias de practicidad en la vida como el primer José Arcadio, los avances
tecnológicos y descubrimientos, influencias trasatlánticas, la conquista de una
tierra, plantación de bananos, tierras en las que se asolean las piernas
norteamericanas y su cultura expansiva, la guerra tan abierta de “liberales y
conservadores” que representa cualquier guerra, pues en el modelo de revolución
siempre hay alguien que apoya el cambio (liberador) y otro que se opone a él
(conservador). Notamos que este molde de guerra está dentro de la novela de
manera abierta para ser la estructura de una historia social contemporánea.
En los años 60’s, la posguerra había dejado una
resignación y orgullo al estado capitalista y un rencor sordo del comunismo.
Macondo pasa por una situación parecida cuando José Arcadio Segundo se vuelve
líder obrero que reacciona ante una explotación desmesurada de los bananeros y
es sonsacado por la historia, que lo deja indefenso ante el mundo que no le da
la razón.
“La ciudad se
transforma en un campamento de casa de madera con techos de zinc” (p.260), y
junto al pueblo surge el de los gringos,
“un pueblo aparte…con calles bordeadas de palmeras, casas con ventanas de redes
metálicas, mesitas blancas en las terrazas y ventiladores de aspas colgados en
el cielorraso, y extensos prados azules con pavorreales y codornices”.
De una forma más simbólica están los objetos rememorados
a lo largo de la historia, como una herencia conductual. Los pescados de oro,
el cuarto de Melquíades y los pergaminos, el hábito de hacer y deshacer par
postergar la soledad, etcétera; son una analogía a la retrospectiva histórica
que unifica la concepción de realidad que más que un círculo, se convierte en
espiral.
En uno de los prólogos del libro dice: Macondo sintetiza
y refleja (al tiempo que niega) a la realidad real: su historia condensa la
historia humana, los estadios por los que atraviesa corresponden, en sus
grandes lineamientos, a los de cualquier sociedad, y en sus detalles, a los de
cualquier sociedad subdesarrollada, aunque más específicamente a las
latinoamericanas. Este proceso está “totalizado”; podemos seguir la evolución
desde los orígenes de esta sociedad, hasta su extinción: esos cien años de vida
reproducen la peripecia de toda civilización (nacimiento, desarrollo, apogeo,
decadencia, muerte).
Incluso la ligación de Macondo con la familia Buendía es
una muestra más de representación humana. Existe una profunda relación
hombre-sociedad en la que uno no puede existir sin el otro y no sólo se
influyen sino que se condicionan una a la otra y los cambios que sufren no son
sino una alteración provocada por la contraparte. Macondo es a los Buendía,
como Cualquier país de Latinoamérica es a Cualquier familia latinoamericana. La
historia de Cien años de soledad es a la literatura, como cualquier historia de
una sociedad hispanoamericana es a la vida.
Por eso Cien años de soledad se conjuga tan bien con el
realismo mágico que algunos autores, como Elena Garro consideran como una
muestra de pensamiento latinoamericano característico de mitificaciones y con la
época en la que los autores buscaban crear a partir de la identidad hispana,
son los cien años hechos novela de la historia de una Latinoamérica solitaria.
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